Francisco y las mujeres: no era un favor, era justicia

Liderazgo Anáhuac en Humanismo
Presentamos un texto de la Mtra. María Eugenia Cárdenas Cisneros, directora del Instituto de la Mujer Anáhuac, en el que analiza la visión del Papa Francisco sobre las mujeres.
En días recientes, conmovidos por la partida del Papa Francisco, muchas voces han recordado su cercanía, su lenguaje directo y su mirada a los márgenes. Pero si algo merece especial gratitud es su contribución para abrir camino a una conversación largamente postergada: el lugar de la mujer en la Iglesia y en el mundo.
Francisco no fue el primer Papa en hablar de la mujer, pero sí fue el primero en hacerlo con una mezcla inusual de valentía y humildad. No dictó respuestas definitivas, pero hizo lo más valiente que puede hacer un líder espiritual: abrir preguntas. Y entre ellas, una que resuena como eco insistente es:
¿Cuál es el verdadero lugar de la mujer en la Iglesia?
Desde el inicio de su pontificado, Francisco insistió en que “necesitamos una profunda teología de la mujer”, y ese “profunda” no era un adjetivo decorativo. Era un llamado a dejar atrás respuestas funcionales (¿puede o no puede hacer esto?), y entrar en el misterio más profundo de la diferencia, la reciprocidad, la dignidad y el cuidado. No pidió concesiones, habló de justicia, porque el reconocimiento de la mujer no es un gesto amable, sino una deuda moral. Una justicia que pasa por reconocer y valorar, sí, pero también por incluir, abrir espacios de decisión, escuchar y sanar las heridas que siglos de mirada parcial han dejado.
Francisco supo mirar con respeto y gratitud a las mujeres consagradas que, en silencio y en periferias, han sostenido la vida de la Iglesia. Las llamó “admirables”, pero también denunció los modos en que, incluso en la vida eclesial, se desliza el riesgo de la servidumbre. Lo dijo con claridad: “No es lo mismo servir que estar al servicio de otros, como si fueras inferior”. No idealizó la maternidad, la contextualizó. Comprendió los desafíos que implica en un mundo desigual y en una cultura que, con frecuencia, convierte la maternidad en carga, castigo o renuncia. Y tuvo la osadía de recordarnos que la maternidad sin paternidad no es elección, sino abandono disfrazado de libertad.
Fue también el Papa que miró de frente la violencia contra las mujeres, que pidió perdón por el machismo dentro de la Iglesia, que denunció el clericalismo como una enfermedad. Y que, con gestos más que con leyes, insistió en que el cuidado no es debilidad sino virtud, que el poder debe ejercerse como servicio y que todos, hombres y mujeres, somos necesarios en la construcción del Reino.
Hoy, que su voz se ha apagado en la tierra, su eco resuena más fuerte. Francisco no fue un Papa “feminista” en el sentido ideológico que algunos quisieran aplicar. Fue, más bien, un hombre de fe que supo escuchar los clamores de su tiempo y no se escondió. Un pastor que entendió que las mujeres no necesitan permisos, sino espacio para ser lo que son: plenas, distintas e indispensables.
Recomiendo ampliamente el libro Compte Grau, M. T. (2018). Diez cosas que el Papa Francisco propone a las mujeres. Publicaciones Claretianas, para profundizar en la postura de Francisco en este tema.
Gracias, Francisco, porque ayudaste a desarmar prejuicios con ternura. Porque no hablaste “sobre” las mujeres, sino “con” ellas. Porque nos invitaste a mirar a María no como ícono de sumisión, sino como mujer fuerte, luchadora y revolucionaria desde la ternura.
Nos dejas la tarea pendiente de seguir profundizando, de hacer teología con rostro femenino, de crear estructuras nuevas y de pasar del gesto simbólico a la transformación real. No era un favor, era justicia y tú, gracias a Dios, lo entendiste.
Más información:
Mtra. María Eugenia Cárdenas Cisneros
eugenia.cardenas@anahuac.mx
Instituto de la Mujer Anáhuac