Un domingo cualquiera, camino a una comida familiar recordé que me tocó llevar el postre; siendo un procrastinador con amplia experiencia, decidí pasar a comprarlo de camino a la reunión, ¡sorpresa la mía!, olvidé que era fin de semana de quincena, el escenario era desesperanzador, todas las cajas con filas de al menos 5 personas, carritos llenos, yo con menos de 10 minutos para llegar en punto a la cita y con 3 cajas de paletas de hielo en mis manos, pensé que no podría estar peor la situación -pero lo peor no había pasado-.
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